Hay muchas cosas que no entiendo de los Estados Arrejuntaos estos. Muchas. Pero hoy, en concreto, me ha saltado una a, por así decir, el proscenio de mi mente, y eso que es imposible no darse cuenta en los primeros cinco minutos de estancia aquí. Al parecer, el americano medio es incapaz de ingerir cualquier líquido por debajo de los 100ºC y por encima de los 0ºC.
No creo que lo hagan por ahorrar agua, aunque es cierto que cuando pides un vaso de agua lo que te sirven es un vaso de hielo regadito por algunas gotas líquidas, apenas suficientes para llenar el dedal de un gnomo. Es un hielo muy bonito, por cierto, muy transparente. Y muy frío, muy frío. Al parecer la idea es que las fibrillas musculares del interior de la boca se pongan rígidas y se quiebren, cuanto más rápido, mejor. Si pudieran servir agua con cubitos de nitrógeno líquido, lo harían. Parecen lamentar no tener dinero para servirte la avalancha alpina en vasos térmicos que conserven la bebida sólida durante más tiempo. Para compensar esta grave carencia, esbeltas camareras patrullan las mesas portando una jarra de hielo mojado, y en cuanto ven que has conseguido (a base de acunar el vaso entre las manos, dejándotelas azules, luego entre las piernas, dejándotelas moradas, y luego a base de echarle el aliento al hielo hasta que casi te desmayas por hiperventilación) que tu agua sea casi toda líquida, se ciernen sobre tí como las arpías de Píndaro y zas, de su jarro cae un chorro sólido que ni el Sambatyón. Eso, por si no tenías suficiente frío ya. Si pides agua sin hielo, te miran raro. Ahí has traicionado tu status de extranjera, evidente. Ningún americano con sangre en las venas pediría agua sin hielo, qué ideas, hasta ahí podríamos llegar, ¿qué será lo siguiente, el pastel de manzana?
El asunto ha llegado ya a tal punto que la pajita es imprescindible, y de hecho hay gente que no sabe beber sin ella. Intentad beber sin pajita en un vaso en el que el hielo se apila por encima del borde y veréis lo que os digo; el líquido se desvía por recovecos insospechados y te acaba cayendo en una oreja. Y un cubito de hielo, o una escama de hielo perfumada de Coca Cola o de lo que sea, te cae por el cuello de la camisa.
Hay que ver lo que se complican la vida, de verdad. Con lo bien que va un botijo.
Nota Importante: La preciosa imagen del cubito derritiéndose se puede encontrar, junto con otras muchas también excelentes, en la web de su autor, Pictures From Alien Places. Mis disculpas a Eduardo Abel Giménez, que además es blogalita; si lo prefiere, quitaré la foto de la entrada. |