Mi búho se llama Melquiades. Hoy por fin me ha llegado la información sobre él. Nació el 17 de Marzo, bella fecha, o sea que ya está hecho un muchachote de casi cinco meses. La foto que me han pasado debe ser la del bautizo... de su hermano, a juzgar por la cara de mártir que pone Melquiades, como si a él no le hubiera tocado ni un ratoncillo en el convite.
Es el menor de la pollada. Me conviene; cualquier pájaro nidícola ya es bastante ridículo de por sí, y más repulsivo que el Alien, pero si a esto añadimos las desventajas de ser el más pequeño y débil, la cosa ya alcanza un patetismo que deja chiquitas a las tragedias de Sófocles, o -glabs- a los novelones románticos. Esto, en un bicho que de adulto es la cosa más preciosa que ha vestido plumas, me hace encariñarme aún más con las rapaces nocturnas en general y los búhos en particular. Es el cuento del Patito Feo pero con ventaja, porque los cisnes ni son tan feos de polluelos, ni tan guapos de adultos como los búhos. Chínchese, Herr Andersen.
Así que voy a concederme el lujo de antropomorfizar como una loca con Melquiades; total, es gratis. Me cuentan los amables muchachos de la estación biológica de Doñana que Melquiades y su hermano paseaban, allá por Junio, por los alrededores del nido, como bolsas fofas mal cubiertas de pelusa, muy formales ellos porque siempre mantenían la distancia entre sí. Me huelo que el hermano de Melquiades es un poco matón y lleva mártir a mi chiquitín. Pero de aquí a poco, allá por septiembre u octubre, Melquiades se hará independiente y dejará, literalmente, el nido paterno. Mi búho es todo un ejemplar de Bubo bubo y estos animalitos, si llegan a adultos, no aguantan tonterías de nadie. A ver si hay suerte. Ratoncitos virtuales para Melquiades, y a por todas, muchachuelo.
|